La liturgia del segundo domingo de adviento nos presenta el incio del Evangelio según Marcos y la imagen de Juan el Bautista, anunciando la llegada de Jesús. El texto termina con la declaración de Juan: "Después de mí viene uno más fuerte que yo; y no soy digno de desatarle, inclinándome, la correa de sus sandalias" (Mc 1,7). La clave para entender porqué Juan no es digno de sacar la sandalia está en la primera parte de la frase: es más fuerte que yo.
En el mundo bíblico, la sandalia es símbolo de propiedad y de autoridad, de quien tiene derecho sobre algo. desclazarse en cambio era señal de reconocer la propiedad de otro, como en el texto de Ex 3,5: "Quita las sandalias de tus pies, porque el lugar que pisas es santo". En el salmo 60,8 Dios dice que "sobre Edom arrojo mi sandalia, sobre filistea canto victoria", en el sentido que Edom es propiedad suya. Así también, en la parábola del hijo pródigo el padre misericordioso ordena poner en el hijo "anillos en sus dedos y sandalias en sus pies" (Lc 15,22), es decir, lo restituye como hijo y heredero, a quien había dicho de sí mismo: "no merezco ser hijo tuyo, trátame como a uno de tus siervos". Por útlimo, en el caso de Rut, (Rut 4,7-8) al rechazar su pariente el derecho de casarse con ella, entrega la sandalia al pariente más cercano, sediéndole el derecho sobre ella.
De todo lo visto, queda claro que quitar la sandalia a alguien, sobre todo en público, es un signo de quitarle sus derechos, como a los prisioneros (Is 20,2). Por lo tanto, lo que Juan quiere señalar no es su humildad, sino que no puede quitarle a Jesús su derecho y dignidad de Mesías, sino que lo reconoce como tal. Dicho de otra manera, la frase de la sandalia es la expresión plástica de lo dicho en la primera parte: El es más fuerte que yo.
El ejemplo de Juan Bautista tiene mucho que decirnos hoy. Jesús llega a realizar su misión de salvación, con las sandalias bien puestas para proclamar y realizar el Reino de Dios. Como Juan, no debemos quitarle las sandalias, es decir, impedir que realice su misión en nosotros y en nuestro mundo de hoy. Si bien nosotros debemos desclazarnos delante de El, debemos también dejar que arroje su sandalia en nosotros, que actúe sin limitaciones ni reservas, como Señor y Rey de nuestras vidas. El tiempo de adviento nos prepara para eso.
Hay otro peligro que Juan nos invita a evitar:calzarnos las sandalias del Mesías, arrogarnos los derechos que sólo corresponden a El: el derecho de juzgar, de separar a los buenos de los malos, de proclamar la única imagen de Dios que debe ser aceptada como verdadera, de ser maestros y señores para los demás. la humildad de Juan no es un sentimiento de minusvaloración, sino la actitud de quien acoge al Mesías que ya llega y está dispuesto a dejarlo actuar.
Que este tiempo de Adviento sea para todos y todas un motivo para descalzarse y para recibir con el corazón abierto a Jesús que ya llega, anunciando el Reino, transformando nuestra vida para que sea una morada digna donde Dios pueda arrojar su sandalia, donde los que han visto pisoteados sus derechos puedan recobrarlos, puedan tener nuevamente sandalias en sus pies, donde todos se sientan parte de la fiesta que comienza cuando Dios ha puesto su morada entre nosotros.
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