Este tiempo he estado preparando el Taller del evangelio de Marcos para la parroquia y me ha dado vueltas el texto de la mujer cananea que se acerca a Jesús, pidiendo la curación de su hija. Jesús le responde que debe esperar a que primero se sacien los hijos (Israel), porque no está bien dar el pan de los hijos a los perritos (los paganos). Ella responde que los perritos comen las migajas que caen de la mesa de los hijos, y Jesús sana a su hija.
El texto está después de la primera multiplicación de los panes, donde sobran 12 canastos y se sacian todos. El pan es un símbolo de Jesús mismo y su mensaje, repartido por sus discípulos entre todos los que buscan a Dios. El "pan de los hijos" se reparte hasta sobrar, "las migajas de los perritos" caen a veces más allá de nuestras mesas.
La crítica de Marcos va dirigida a la comunidad cristiana en general y a cada uno en particular. No basta con que saciemos del pan a los hijos, con que formemos a las comunidades, con que vivamos una vida de fe auténtica e intensa. Hay que preocuparse de los "perritos", de aquellos que aun no se sientan a la mesa común, de aquellos que aún no participan en abundancia de la gracia, la alegría, del mensaje y presencia de Jesús. Si alguien no quiere o no puede ser "de los nuestros", no quiere sentarse a la mesa de la Iglesia, no hay que negarle el pan, sino procurar que al menos migajas de Jesús lleguen hasta a ellos.
Pero hay otro peligro que amenaza a quienes estamos a la mesa con Jesús, a quienes tenemos la gracia de Dios al alcance de la mano, cada día, en cada momento, y sobre todo a quienes, como en mi caso, hemos hecho de la fe cristiana el espacio natural de nuestro trabajo y actividad diarias: Acostumbrarnos al pan, dar por sabido y adquirido aquello que siempre debe ser un don: la gracia y presencia de Jesús. Si, a veces el pan que se nos reparte a manos llenas hace que lo valoremos poco, que pensemos que es de nuestra propiedad, que creamos que debe estar ahí a nuestra disposición. Cuando el milagro de la eucaristía deja de sorprendernos, cuando leer un texto de la biblia es un texto más, cuando los tiempos de la Iglesia son un ciclo repetitivo, cuando el servicio es una simple actividad, ¡cuidado! Nos hemos acostumbrado al pan...
Muchos no participan de nuestra vida comunitaria. Muchos no tienen el consuelo de la fe al alcance de la mano cada momento que lo deseen y he visto muchas veces cómo valoran la oportunidad que nosotros tenemos, como agradecen cada migaja de Evangelio que les cae a las manos. La alegría de aquellos que reciben un poco de lo que tenemos debe hacernos pensar en el inmenso don que significa tenerlo a manos llenas, y dar gracias a cada momento por ser parte de la mesa, sin mérito nuestro, sólo por la gracia de Dios.
La invitación, para ustedes y para mí, es a agradecer el pan que se nos reparte y da, y a repartirlo también nosotros, siguiendo la invitación de Jesús: ¡Denles ustedes de comer! (Mc 6,37)
Que tengan una hermosa Semana Santa y que la alegría de la resurrección sea repartida a manos llenas, entre los "hijos" y entre los "perritos".
Paz y Bien
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