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LA BIBLIA Y LA CATEQUESIS
La Biblia es
el esfuerzo de poner por escrito la Tradición de la Iglesia, por lo tanto, todo
lo que hemos dicho de la Tradición se aplica también a la Biblia.
La Palabra de Dios es Cristo.
Dice la
carta a los Hebreos: “en tiempos
antiguos, Dios habló a nuestros antepasados, muchas veces y de muchas
maneras, por medio de los profetas.
Ahora, en estos tiempos que son los últimos, nos hablado por su Hijo”(Heb
1,1-2), es decir, todo lo que nosotros llamamos “Antiguo Testamento”, son las”
muchas veces y las muchas maneras” en las que Dios ha hablado. El autor de la
carta afirma que lo que Dios ha dicho en su Hijo es absolutamente distinto en
calidad en a lo que dijeron los
profetas, pues todo lo anterior es preparación a lo que Dios iba a decir en su
Hijo. Después de la revelación en Jesucristo no hay nada más que agregar, no hay
que esperar una nueva revelación ni un tiempo nuevo, esta es la revelación
definitiva.
Es lo que
afirma la Verbum Domini: “Aunque la fe cristiana no es una religión
del libro, el cristianismo es la religión de la Palabra de Dios, no una palabra
escrita ni muda, sino del Verbo encarnado y vivo” [1].
La Palabra de Dios no es primeramente un libro, es Cristo, porque El es la
Palabra, es decir, lo que Dios ha dicho de sí mismo, la forma como El ha
querido coumunicarse. Lo dijo también el papa Juan Pablo II: “Jesus es la Palabra que Dios tenía que
decir al mndo, es Dios mismo que ha venido a compartir nuestra experiencia”[2].
El es la Palabra y no hay otra, pero es una palabra que es Verbo, que es acción,
no un discurso de Dios, sino la acción de Dios por medio de la cual se
comunica.
La Biblia, testimonio privilegiado de la Palabra.
Por eso los
cristianos no seguimos la Biblia como si fuera un libro de recetas, sino la
leemos como el testimonio de la palabra de Dios. Dice la Dei verbum: “La palabra de Dios, expresada en lenguas
humanas se hace semejante al lenguaje humano, como la Palabra del Eterno Padre,
asumiendo nuestra débil condición humana, se hizo semejante a los hombres” [3].
Asi como Cristo, la palabra de Dios, se hizo semejante a nosotros, asi la
palabra de Dios se encarna de alguna manera en los textos de la Biblia y se
adapta a nuestro mensaje. Cristo, la Palabra, se hace hombre y su mensaje se
hace palabra. Por eso cada texto de la Bblia está marcado por el contexto y
cultura en el que fue escrito, por las preocupaciones de los autores y sin
embargo lo que el autor escribía con sus capacidades es palabra de Dios.
La Biblia es
entonces un testimonio privilegiado de la palabra de Dios. Cuando vamos a la
Biblia no hay que buscar un dictado de Dios, sino el testimonio del encuentro
con la Palabra de Dios. El que se encontró con Cristo encontró en El la palabra
de Dios y eso lo puso por escrito, para que nosotros también hagamos lo mismo:
encontrarnos con Jesucristo para encontrar a la Palabra, y para hacer esto,
leer y meditar los textos de la Biblia son un paso inevitable, pues en ella se
relata el testimonio de un pueblo y de personas que se encontraron con Dios en
su vida y su historia.
El encuentro con la Palabra es el encuentro con una persona.
Lo dice san Juan en la primera carta (1Jn
1,1-4): “Les escribimos a ustedes de lo
que existía cuando todo comenzó, de lo que hemos oído y de lo que hemos visto
con nuestros propios ojos, de lo que tocaron nuestras manos: Se trata de la Palabra
de vida”. Lo que Juan había visto y tocado era Cristo, una persona. Las
palabras no se tocan ni se contemplan, es una persona la que puede ser tocada y
contemplada. “Esta vida se manifestó y la
hemos visto, y damos testimonio, y les anunciamos esta vida eterna, que estaba
junto al Padre y se nos manifestó. Lo que hemos visto y oído es lo que les
anunciamos, para que también ustedes estén en comunión con nosotros. Y nuestra
comunión es con el Padre y con su Hijo Jesucristo”.
Juan escribe sobre la Palabra, porque la vió, la tocó, la siguió, la experimientó.
Sólo aquél que ha tenido un encuentro con la Palabra puede anunciarla. Si no he
visto a Jesucristo, si no lo he tocado, si no lo he escuchado, no tengo nada
que decir.
Salvando las
diferencias, podemos usar de ejemplo la gente que ha visto ovnis. Podemos discutir nosotros toda
la noche si existen o no existen y en el fondo nos da lo mismo. Me puedo
encontrar con alguien que cree en ellos y le puedo decir que no le creo, pero él
me dira: “me da lo mismo, yo lo vi”. Es decir, él tuvo la experiencia y si yo
no la he tenido no puedo decir si es cierto o no. Si no nos hubiésemos encontrado
con la Palabra que es Jesucristo tampoco lo creeríamos. Lo que creemos los
cristianos sería increíble si no hubiese una experiencia detrás. Afirmamos que
Dios y creatura se han hecho uno en Cristo, que un hombre ha nacido de una
virgen, que un muerto ha resucitado. Esto que nadie podría creer lo hemos visto
y por eso somos testigos, y si alguien nos escucha y cree tambien tendrá esa
experiencia.
Es lo que
hacemos en la eucaristía: Tocar a Jesucristo, escuchar a Jesucristo, unirnos
con El en un solo cuerpo, en la mayor cercanía material posible con el que es
la Palabra. Por eso cuando la Iglesia lee estos textos en la liturgia reconoce
en ellos el testimonio fiel de su experiencia, porque ellos relatan lo que la Iglesia
ha vivido en su encuentro con Cristo. Por eso descartó otros textos, porque no
relataban fielmente la experiencia vivida por la comunidad.
La Biblia como un espejo.
Por eso la biblia es una
especie de espejo donde la Iglesia se mira y donde se puede comparar cuan lejos
o cerca está de la imagen de cristo qu es a su vez imagen del verdadero Dios. Por
eso la biblia es un instrumento para tener algo seguro sobre la imagen de Dios,
por eso es tambien un lugar de encuentro con la Palabra, por lo que es sagrada.
Por eso no se lee la biblia como cualquier libro, porque ademñas es una
colección de escritos. Nadie que tiene una biblioteca ocmienza a leer por el
primer libro de la primera repisa de la izquierda y sigue hasta el último de la
derecha, porque asi no se entiende nada. El centro de la Biblia es cristo, hay
que partir por ahí, y la luz de cristo ilumina el anitguo y nuevo testamento,
el principio de interpretacion es cristo. Dice san juan de la cruz “porque en darnos, como nos dio a su Hijo,
que es una Palabra suya, que no tiene otra, todo nos lo habló junto y de una
vez en esta sola Palabra (…) Porque lo que hablaba antes en partes a los
profetas ya lo ha hablado a El todo, dándonos el todo, que es su Hijo. Por lo
cual, el que ahora quisiese preguntar a
Dios, o querer alguna visión o revelación, no sólo haría una necedad, sino
haría agravio a Dios, no poniendo los ojos totalmente en Cristo, sin querer
otra cosa o novedad “ [4].
La Biblia como lugar de encuentro.
Por eso la Iglesia cada vez que
se reúne lo que hace es leer la biblia, no porque el libro sea mágico, sino
porque es un lugar de encuentro con la palabra de Dios que es Cristo. La Biblia
es entonces un lugar, un espacio sagrado de encuentro, dónde Dios y el ser
humano, vuleven a dialogar como amigos. Dice al respecto la Verbum Domini: “La sacramentalidad de la Palabra se puede
entender en analogía con la presencia real de Cristo bajo las especies del pan
y vino consagrados, Al acercarnos al altar y participar del banquete
eucarístico, realmente comulgamos el Cuerpo y Sangre de Cristo. La proclamacion
de la Palabra de Dios en la celebracion comporta reconocer que es Cristo mismo
quien esta presente y se dirige a nosotros para ser recibido”[5].
Por eso, quien escucha la Palabra escucha al mismo Cristo.
La catequesis como eco de la Palabra de Dios.
Dice el Papa en la Verbum
Domini: “Deseo subrayar sobre todo que la
catequeesis ha de estar totalmente impreganada del pensamiento, el espíritu y las actitudes biblicas y envangélicas, a
través de un contacto asiduo con los mismos textos” . No se trata de leer
un textito, de recordar una frase de la Biblia al vuelo, sino de que esté “totalmente
impregnada”, es decir, que nuestra catequesis y predicación sea un eco de la
Palabra de Dios. Continúa el papa: “y
recordar que la catequesis será tanto más rica y eficaz cuanto más lea en los
textos con la inteligencia y el corazón de la Iglesia”[6].
Nuestra catequesis puede ser entretenida, significativa, atinada pero no será
salvadora si no es un eco de la única palabra de Dios. Mi palabra puede ser un
buen consejo, puede contar con herramientas pedagógicas y psicológicas, pero
sólo será efectiva si estoy seguro que mi palabra es un eco de la palabra de Dios.
Y para estar seguro de eso antes de hablar sobre la Palabra de Dios, debo
escuchar al que es la Palabra de Dios, es decir, hacer oración personal y leer
en actitud de oración los textos de la Biblia. Esuchar y luego repetir lo que
he escuchado en la palabra, de eso se trata la catequesis, de ser testigos del
encuentro con la Palabra de Dios. Cuando yo hago de mi vida una vida de oración
esa misma vida (y por lo tanto también mi mensaje) se transforma en un eco de
la palabra de Dios, de la unica palabra de Dios.
Quisiera terminar señalando un
texto del Directorio General de para la catequesis:”La Sagrada Escritura, como Palabra de Dios escrita bajo la inspiración
del Espíritu Santo y el Catecismo de la Iglesia Católica, como expresión
relevante actual de la Tradición y norma segura para la enseñanza de la fe,
están llamados, cada uno a su modo y según su específica autoridad, a fecundar
la catequesis en la Iglesia contemporánea”.[7]
Por tanto, la Biblia y el Catecismo son dos insturmentos impresicindibles tanto
para la catequesis, como para la vida de cada cristiano.
[1] Benedicto XVI, Exhortación
Apostólica Postsinodal Verbum Domini, sobre la Palabra de Dios en la vida y
misión de la Iglesia, número 7.-
[2] Comisión Nacional visita Santo
Padre. Mensajes de Juan Pablo II al pueblo de Chile, Abril de 1987. Discurso a
los Jóvenes, pag 78.-
[3] Concilio Vaticano II, Constitución
Dogmática sobra la divina revelación,
Dei Verbum, 13.-
[4] San Juan de la Cruz, Subida del
Monte Carmelo, II, 12.-
[5] Benedicto XVI. Exhortación
Apostólica postsinodal sobre la Palabra de Dios en la vida y misión de la
Iglesia, Verbum Domini, 56.-
[6] Benedicto XVI. Exhortación
Apostólica postsinodal sobre la Palabra de Dios en la vida y misión de la
Iglesia, Verbum Domini, 74.-
[7] Directorio general para la
catequesis, 128.-
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